mascara de muerte by Graham Mcneill

mascara de muerte by Graham Mcneill

autor:Graham Mcneill [Mcneill, Graham]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


EL GRAN DRAMATURGO Dethelion de Tiranoc había escrito algunas de las más grandes obras artísticas de Ulthuan, como “El bosque de la medianoche”, “Amelia y Timore”, además de componer muchas de sus más desgarradoras canciones de duelo. Su obra había viajado más allá de las costas de Ulthuan, aunque poco del verdadero poder de sus obras sobrevivió a la traducción a las lenguas humanas. Las canciones que los hombres conocían del pueblo fey, eran pobres sombras comparadas con los originales. Dethelion había sido un poeta melancólico, sus obras terminaban inevitablemente en tragedia, con amantes condenados a no encontrar nunca la felicidad, héroes malditos a triunfar a costa de todo lo que más les importaba.

Había leído todas las composiciones de Dethelion y admiraba enormemente la obra del difunto poeta. A pesar del gran melodrama de sus relatos épicos, había una encomiable falta de sentimentalismo en sus personajes. ¿Era una afrenta que la obra de este juglar se representara en el teatro de Dethelion, o era más acertada de lo que él quería admitir? En realidad, no lo sabía.

La excitación de la multitud era palpable, un delicioso escalofrío que pasaba de piel a piel, como una carga de magia estremecedora. La sintió pasar por su propia carne, la naturaleza mágica gestalt de su raza que lo elevaba en una ola de asombro común. Reprimió con maldad el sentimiento, sabiendo que sólo le serviría de algo si se dejaba atrapar por el cuento como el resto de esos tontos.

"Esta es tu gente" dijo una voz traicionera en su interior.

Sacudió la cabeza mientras el Río de las Estrellas se ensanchaba en una gran plaza que, para el ojo inexperto, parecía estar en ruinas. Diseñada por el propio Dethelion, era una recreación de una de las antiguas ciudades de Ulthuan que ahora yacía en el fondo del océano. Nadie recordaba ya el nombre de la ciudad, aunque se decía que sus ruinas podían verse muy por debajo de las aguas de la costa de Tiranoc cuando los cielos eran luminosos y los mares estaban en calma.

Fabricada con piedra artísticamente esculpida de color azul y verde pálido, parecía un arrecife de coral levantado de la roca sobre la que se construyó Tor Yvresse. Tenía toda la apariencia de un laberinto, pero independientemente del lugar en el que se situara el espectador, tendría una vista perfecta del proscenio. Las islas de asientos escalonados trabajados en piedra estriada y bañados por la luz de las estrellas daban a los príncipes y a los pobres, una perspectiva inigualable desde la que disfrutar de cualquier obra o drama que se representara ante ellos. Más allá de la majestuosidad del teatro se alzaba la Torre del Guardián.

Su mármol azul estaba apagado, donde normalmente una fina red de energías mágicas palpitaba a través de su mampostería. Su base estaba oscurecida por el artefacto pluvial del teatro, pero su longitud sin ventanas se alzaba sobre el horizonte, dominando los colmillos de las Annulii en la distancia. La luz crepuscular brillaba débilmente en las



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